United Arab Emirates
"Life and death, energy and peace. If I stop today it was still worth it. Even the terrible mistakes that I made and would have unmade if I could. The pains that have burned me and scarred my soul, it was worth it, for having been allowed to walk where I've walked, which was to hell on earth, heaven on earth, back again, into, under, far in between, through it, in it, and above." - Gia Carangi

17.2.09

Cinco consignas para lidiar con mi madre

Este texto es hiperbólico porque ella es hiperbólica. There's nothing wrong with that :)


1. “Ya vengo, voy a comprar el pan o planificar vivir en Yugoslavia”

La idea de ser vivir con dignidad y ser eternos niños me resulta fascinante. Ahora, la dignidad es prerrequisito o, de lo contrario, Ud. parecerá un payaso alcoholizado.

A temprana edad comprendí que, para mi madre, eran cuestiones esenciales y equitativas decidir si quería vivir como Heidi, comprar un caniche Tea Cup o merendar sándwiches de una fábrica que queda a una hora veinte de distancia. Está bien que cierta indecisión dota a la fémina de encanto pero, para mí, hay una diferencia abismal entre Júpiter y un curso de cocina macrobiótica. Mi madre no percibe ni sutilezas ni rugosidades. El modo de lidiar con el punto número uno es darle un litro de cerveza apenas empieza a hablar de cultivar leche de su propia vaca o tener un gallinero.

2. Álgebra telefónica para principiantes


Supongamos que el tiempo potencial de llamado telefónico materno es de 40 minutos. No importa cuán irrelevantes sean los temas a discutir o cuán resueltos hayan sido los problemas, toda conversación se extenderá reincidiendo el tema hasta llegar al tiempo mínimo de rompeovarismo. Hay que considerar que, previo a la conciencia materna de rechazo de la tecnología telefónica, es necesario avisar entre 4 a 8 veces que estamos por incendiar macabramente el tubo.

Considerando que tenemos una actividad a realizar en X cantidad de tiempo y los avisos de “corte telefónico urgente” oscilan entre 4 a 8, adjudicando a cada uno de 2 a 4 minutos de recordatorio, tendríamos entre 8 a 24 minutos de demora. La cantidad de minutos de espera hasta comenzar el recordatorio depende de X y se calcula considerando la demora de aviso dependiente del estado “cortístico” de la madre y el potencial tiempo de llamado telefónico.

3. “Qué pases un buen día” es mejor que “El chiuaua se va a incinerar durante un mes”

El llamado telefónico materno supone enfrentar un posible acabóse. Es probable que el día transcurra tranquilo y feliz, los pájaros trinen y la temperatura sea afable. Pero todo cambia con un llamado telefónico. Pueden ocurrir cambios radicales tales como “nos mudamos a Necochea mañana” o “vino a vivir la hija de mi novio a tu habitación mientras estabas en Teoría de las Congestiones Nasales III”. Lo más usual es que los conflictos incluyan decidir incinerar a la mascota un mes en una habitación cerrada y solitaria; dejar de hablar con la abuela o volver a hablar con la abuela; explicar los 101 motivos por los que avergüenza que la pareja pida un choripán como plato principal por la Membership Rewards en Costanera Norte; o, sencillamente, que los calzoncillos amarillos acompañados de un culo expuesto en el living me generan cólicos renales.

En caso de responder armónica y satisfactoriamente a la necesidad de resolución de problemas espontáneos, se pasarán los siguientes 3 días con estrés mental intentando que no se desmorone la estabilidad que, claramente, pende de lo que dicen las Cartas de Ángeles que acompañaban un pocket en oferta.

4. Mi madre es una mesa.


Una dura enseñanza que resulta de debates una y otra vez frustrados, es que a mi madre se aplica la misma regla que a una mesa: “nunca hablar de fútbol, política o religión.”


El concepto odio a los empresarios degenera las interconexiones neuronales al punto lalala no te escucho lalala. Porque siempre van a existir empresarios honestos y sacrificados que despidan menos empleados. O aquellos que intenten que la plusvalía sea una cuestión más justa. Esos que exploten menos. Los que corrompan la ética de un modo más prolijos. Los empresarios medio garcas pero simpáticos. Pero nunca van a existir los empresarios que comprendan que alguien los puede considerar patéticos. Todos aquellos que pensamos que una cooperativa sería más justa que empresa, somos zurditos anarcoides sin criterio de realidad.


Quizás así sea. No importaría porque, en todo caso, el pensamiento de que una cooperativa no es válida sin aquél que coordine, o sea maneje, y que el mismo no puede ganar menos dinero porque el esfuerzo hecho es más arriesgado y estresante, es estrecho.


Prefiero ser utópica que estrecha. Prefiero pensar que no hay esfuerzo que valga más siempre que sea el máximo hecho. Prefiero debatir horas hasta darme cuenta de que, no importa si una madre es de roble o de madera balsa, es mejor callar ciertos ideales.


5. “Sí, esa que está midiendo la pared de su comercio en el despacho trasero está emparentada conmigo”


Los criterios de ubicación varían de una persona a otra. Los hay quienes piden disculpas y se encargan de remediar cualquier molestia causada, así como aquellos que orinan al vecino. Sin embargo, la relación entre mi madre y yo es curiosa. Somos una suerte de día y noche, dónde una nivela cordialmente la desubicación de la otra.


Podría suceder pasar un día por un lugar y que la Sra. en cuestión mida la pared del vecino. Otras variables son que pelee treinta minutos por tener que pagar un estacionamiento pago o que, por ejemplo, haga una extensa compra de cotillón para, luego, pelearse y dejarla.


Pero entre las infinitas posibilidades de interacción, hay una que es tácita. Cada vez que recordamos los consejos de nuestra madre o aprendemos el modo más perfecto de cocción de una salsa casera; cada vez que nos quejamos porque ellas no tienen nuestros intereses pero recordamos que nuestros intereses están gracias a que ellas los apoyaron y alimentaron; todos los recuerdos y lugares que atesoramos o el modo por el que aprendemos a amar; la devoción que daremos a nuestros hijos y la entrega incondicional; cuando tatareamos nuestras canciones de cuna y recordamos nuestros pañal y nuestros pasos toscos mientras mamá pintaba una historia en el vidrio empañado…


… en esos momentos sabemos que, cuando padres, cometeremos errores distintos pero igual de marcados. Aún así, nuestros hijos nos seguirán queriendo porque se reirán con nosotros y de nosotros y porque, por sobre todas las cosas, de cada error nuestro aprenderán a ser mejores y recordarán cuanto de nosotros está en su crecimiento.

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